LA CUMBRE DE MÉXICO DE SEPTIEMBRE DE 2021:

Imagen Destacada
23 septiembre 2021 Érika Ruiz Sandoval-Profesora de la Maestría en Gobernanza Global

AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE EN EL MUNDO POS-COVID-19

Este fin de semana, se celebró la VI Cumbre de Líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), reunión que no tenía lugar desde 2017, por lo que es un buen indicio que la convocatoria mexicana haya tenido respuesta. No obstante, tanto las presencias como las ausencias y el tono de la conversación demuestran que América Latina y el Caribe no parecen haber entendido que estamos en una era distinta.

La presencia en la mesa de los presidentes Díaz-Canel de Cuba y Maduro de Venezuela sirvió solo para desviar el foco de una conversación que se tendría que haber centrado en lo urgente y en lo importante: cómo enfrentar este mundo pos-COVID-19 desde una América Latina cada vez más débil, con un pésimo manejo de la pandemia, sin pronta recuperación a la vista, con pérdidas humanas y económicas que obligan a hablar otra vez de décadas perdidas, más desigual y totalmente ajena a las decisiones sobre los nuevos acomodos geopolíticos. Hay mucho trabajo por hacer en una región que, sumida en la ideologización de siempre, no se da cuenta de que el escenario internacional ya cambió y que necesita tomar medidas para ser sujeto y no un mero objeto. Hace falta una estrategia propia para no ser solo parte de la estrategia de alguien más.

Las iniciativas discutidas no permiten hablar de una estrategia. Referirse a la integración latinoamericana en este momento es deseable, pero primero hay que entender por qué no ha funcionado y conocer bien el modelo al que se aspira, el de la Unión Europea. La integración sería deseable porque ninguno de los países latinoamericanos y caribeños tiene peso suficiente para jugar en solitario en un escenario internacional cada vez más competitivo. Sin embargo, esa propuesta no puede venir acompañada del sempiterno mantra latinoamericano de “preservar la soberanía de cada Estado”. Y ahí está la clave de por qué no ha funcionado la integración latinoamericana hasta ahora: el mayor logro histórico de la región ha sido la independencia. Por eso, la tan llevada y traída soberanía aparece siempre en el discurso y es el talón de Aquiles de la integración latinoamericana.

En el mundo del siglo XXI, que se caracteriza por interdependencias profundas como bien ha evidenciado la pandemia, hablar de soberanía es un arcaísmo. La soberanía debe entenderse exclusivamente como la capacidad de decidir de qué forma se garantiza la supervivencia del Estado en el sistema internacional. Si la manera más adecuada de alcanzar este objetivo es mediante la integración –a partir de una decisión y voluntad políticas que permitan compartir soberanía (que no es lo mismo que cederla) con otros mediante la creación de instituciones supranacionales–, entonces sí puede usarse el modelo europeo como referente. Si, por el contrario, el discurso parte de la visión torticera y manipulada de Bolívar, no vale la pena siquiera discutirlo.

El resto de las iniciativas presentadas se quedan cortas o no consiguen aterrizar en las realidades latinoamericanas. Por ejemplo, en las circunstancias actuales de la región, hablar de agencias espaciales suena a ciencia ficción, porque lo perentorio es remediar la pobreza lacerante, la inseguridad rampante, la precarización de la salud y el atraso educativo, científico y tecnológico, por no hablar de los rezagos democráticos y las violaciones de derechos humanos que no son exclusivos de Cuba, Nicaragua o Venezuela.

El otro tema sobre el que no hubo humo blanco a juzgar por el comunicado final es qué hacer con la Organización de los Estados Americanos (OEA). La conversación la inició México con el lanzamiento de un globo sonda sobre la “desaparición” de la OEA. Conforme se acercaba la fecha de la Cumbre, se dejó de hablar de “desaparición” para hablar de “reforma”. ¿Por qué intentar desaparecer una institución desde otra, la CELAC, que no consigue siquiera llegar a acuerdos sobre quién ocupará la próxima PPT o cuándo celebrar las cumbres con la Unión Europea o con China?

Finalmente, hay que referirse a las ausencias. La primera y más importante es la de Brasil. ¿Cómo hablar de integración latinoamericana sin Brasil? Si América Latina quiere aspirar a tener un lugar en el tablero internacional, necesita a Brasil. También estuvieron ausentes Colombia, por la presencia de Maduro, y Argentina, por una severa crisis de gobierno. Todas estas ausencias impiden tomar lo dicho en esta Cumbre como una hoja de ruta viable.

América Latina y el Caribe no pueden seguir discutiendo ideas e instrumentos del siglo XX cuando el siglo XXI se presenta tan retador. Tampoco pueden seguir mandando mensajes a las potencias existentes sobre qué deben hacer o no sin pensar que, para desgracia o fortuna suya, dependen de ellas y no existe una sola América Latina, sino muchas. El tiempo apremia.

Compartir