La COP 26 y el Titanic Planetario

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3 noviembre 2021 Dr. Gerardo Traslosheros

No hay una discusión más dramática en el mundo que la que se lleva a cabo en estos días en Glasgow, Escocia, en el Reino Unido, donde se celebra la Vigésimo Sexta Conferencia sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (COP 26).

El futuro de la humanidad está en juego y es importante tomar medidas drásticas. La temperatura promedio del planeta aumenta y el clima se vuelve más variable e impredecible, trayendo graves sequías, incendios e inundaciones, derritiéndose los hielos, creándose desiertos donde había bosques. Desaparecerán islas y zonas costeras, obligando a cientos de millones de personas a emigrar o perecer. Las especies se extinguirán cada vez más rápidamente. Es un escenario dantesco que empieza a ocurrir y que es altamente probable que se acelere.

El principal reto es mantener el incremento de la temperatura en no más de 1.5 grados centígrados hacia final del siglo conforme al Acuerdo de París de 2015, para lo cual se requiere reducir para el año 2030 las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en poco más del 50% y neutralizarlas completamente hacia el año 2050. Ese aumento de la temperatura se considera por el Grupo Intergubernamental de Expertos de la ONU (IPCC) como el máximo posible para evitar una catástrofe planetaria. Un último reporte indica que al paso actual la temperatura crecerá 2.7 grados centígrados hacia el final del siglo, lo que debe ser evitado a toda costa.

Se trata de un problema generado por la actividad humana, debido al crecimiento económico apoyado en la generación de energía basada en los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que emiten gases de efecto invernadero (GEI) incluyendo dióxido de carbono y metano, entre otros. La ganadería es otra actividad altamente generadora de metano. Los GEI se acumulan en la atmósfera donde retienen el calor que no se libera, lo que produce el calentamiento global.

Los países que históricamente más han arrojado GEI a la atmósfera son Estados Unidos y Europa en su conjunto, que fueron los que se desarrollaron primero. Hoy en día China es el país que más emite GEI anualmente, seguido de Estados Unidos, Europa, India y Rusia.

Existe una responsabilidad histórica y diferenciada en la acumulación de dichos gases. Sacrificar el crecimiento es algo fuera de cuestión para cualquier país, aunque necesario, puesto que significa sacrificar ingresos y empleo. Los países que se desarrollaron en base a la emisión de GEI deberían pagar por los daños causados al planeta. Los países menos adelantados quisieran poder desarrollarse, pero no lo podrán hacer más contaminando la atmósfera con GEI, por lo que exigen transferencias tecnológicas y financiamiento de parte del mundo desarrollado para hacer la transición hacia energías limpias.

La humanidad aún tiene la oportunidad en la COP 26 de moverse a una economía sustentable y viable, pero los tiempos apremian para evitar que el mundo se convierta en una especie de Titanic planetario, donde la catástrofe se vuelva inevitable.

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